sábado, 30 de octubre de 2010

El deseo

Desde el rincón del cuarto me miraba. Nos mirábamos desde hace rato.
Descartamos el código, porque aquí nos era insignificante.
Ella semejaba más bella que de costumbre, con su pelo negro suelto y ese hermoso vestido rojo que había recibido como obsequio la última navidad. Hubiese preferido no mirarla y tomarla entre mis brazos para poseerla, pero su miraba imponía el límite.
Algo demoníaco podía intuirse en aquellos ojos, pero no me animaba a hipótetizar.
Mirando fijo, llegue a perder la claridad de su figura, y ella se había convertido a efecto de un juego de luz y sombra en algo que por poco imponía el miedo.
Desde que ocupó el rincón, sólo decidí esperar a que algo pasara, no sé qué, sólo algo.
Comencé a creer que aquella no existía realmente, que ese momento era imaginario y que ninguno de los dos nos encontrábamos allí, que el tiempo se había perdido y el espacio confabulaba en otra dimensión de la cual nadie tenía noción.
¿Y si era cierto que no existíamos y que el espacio no era aquel y el tiempo era sólo un cuento represivo, que esperaba en actitud de actante que no la poseía como lo había deseado?
Claro, su mirada, como siempre. Esa mirada represora que me limitaba solamente a lo posible, a mirarla. Ella que de tanto tiempo mirándonos había perdido forma para convertirse en fusión de colores. Toda su forma, o su amorfa quedaba reprimida a lo cromático liberado por el aire, todo el espació era ella, lo que ahora era, no lo que fue, lo que yo veía de ella, que quizás no lo era, pero yo la creía ella.
Tanta confusión comenzó a altérame, ya no veía nada, tenía miedo, el silencio del momento exalto mis sentidos, creí poseer todo, ser dueño del mundo, nada, de nada y si sólo la nada existe me importaba, ni el mirar, ni el color, ni la forma. La había deseado, la deseaba, y en mi deseo la había perdido. Me invadió la bronca, la ira y todo el enojo posible.
¿Cómo? ¿La había perdido? Sí, la había perdido. Comprendía que ya no existía mirada limitándome, ya no había nada y por tanto el acto era factible.
Camine hacia el rincón y cuando pude poseerla sentí que ya no la deseaba y que el deseo era otro invento para detener el tiempo, que el tiempo no era nada, y que en la nada se inventa algo para matar el aburrimiento.

jueves, 21 de octubre de 2010

¿Dime quien eres mujer de mundos posibles?


2

En la Italia de los años 1300, la mujer comenzó a verse de otra manera y no es de menos: Dante, crea a su amada Beatriz. Ella es más que una mujer corpórea, es una mujer divinizada[1]. En este caso la mujer es la que despierta la potencia de amor latente en el corazón del amante gentil y le inspira sentimiento de humildad. La mujer es la que marca el camino ha Dios, despierta ese amor gentil, insita gentileza, honestidad, humildad y beatitud. Está aptitud no es insignificante, esta amaba, incitará a su enamorado a atravesar el infierno y el purgatoria, y a su vez será guía de Dante en el paraíso donde tendrá como objetivo guiarlo por el camino hacia el buen Amor, el amor de Dios. Enderezarlo en la “via” que este había perdido será su gran hazaña.
Años más tarde Giovani Boccacio, escribirá el “Decemarón” (1349-1351). En dicha otra coloca en escena a 7 mujeres, que lejos de ser la Beatriz divinizada de Dante, son mujeres terrenales que poseen defectos y virtudes, así como vicios y manías.

“En los cuentos del Decamerón, la mujer se encuentra a menudo en el centro de los grandes actos de la comedia del hombre y aparece representada en sus varios aspectos físicos y morales y a través de las diversas reacciones que suscita en los individuos y la sociedad.”

(Crolla, 1984: 4)

Estas mujeres en contraposición a Conegunta personaje del “Cándido”, pero semejante a Beatriz en algunos aspectos, se encargarán de guiar a tres jóvenes varones hacia “otro” mundo, lejos de la tristeza y la enfermedad por la que Florencia se veía devastada, para habitar lo que terrenalmente se asemeja a la idea de paraíso[2]: lugar lleno de flores y animales, donde sólo hay alegría, lejos de la enfermedad. La iniciativa de emprender el viaje surge de las mujeres, pero no pueden hacerlo sola; las mujeres necesitan del hombre para que las gobierne y las coordine ya que como se manifiesta en el libro, mas precisamente en su proemio “En verdad lo hombres son cabeza de la mujer y sin su dirección raras veces llega alguna de nuestras obras a un fin loable” (Ibídem: 71) y aquí es donde esta el condicionamiento de la mujer, la mujer puede iniciar los grandes actos, pero siempre teniendo al hombre como coordinador y gobernante de los mismos.

Toda esta situación comenzará a cambiar, sin embargo será necesario esperar hasta el siglo XIX, para que la “femina” sea proyectada en el universo textual, ya sea como mujer personaje creada por hombres escritores o como mujer real creando sus propios mundos posibles, sus propios caracteres: personajes femeninos: actantes, capaces de actuar e ir más allá del estereotipo dominante, dando a luz así a escritoras, portadoras y dominadoras de una voz y de una lengua que las identifique.

Quizás la obra más conocida, que comienza a dar cuenta de este cambio y que crea a la mujer personaje con más trascendencia es Madame Bovary. Un personaje inventado en el siglo XIX por el escritor Frances Gustave Flaubert y que desde una lectura particular puedo pensarlo como la personificación de esa mujer cansada de la monotonía que le toca vivir: en la casa, con la hija y el marido. Esa mujer- lectora que va en busca de formar-realizar con su actuar esos mundos posibles que tanto anhela. Y aunque el final es poco alentador, no es augurio del cambio que ya se venía gestando.

Con este (re)nacimiento de la mujer en lo literario, incorporada al “sistema”, comienzan a surgir etiqueta como “escritura femenina” que designa tanto la literatura escrita por mujeres como la literatura de contenido “femenino”, es decir, que se centra en la experiencia de ser mujer en el mundo con todos sus matices biológicos y contextos situacionales, pero con la salvedad de circunscribir el “mundo femenino” casi exclusivamente a su acepción más tradicional, con lo cual, muchas escritoras que proponen modelos y espacios femeninos nuevos, no se sienten identificadas con esta denominación.

Otro término es el de la escritura mujer:

“… la mujer pone el acento en el auto-descubrimiento y pasa a ser imagen reflejada en la escritura la que adquiera trascendental importancia.”

La escritura mujer en Marguerite Durás” Adriana Crolla

Este término libera a la mujer de toda represión y le permite total autonomía para tomar papel y hoja y hacer se su escritura su propia huella trascendental.

En conclusión: La mujer, como portadora de voz en la literatura ya sea mujer real o mujer personaje, es un tópico bastante reciente, y cada vez sobresale más dentro del ámbito literario, sin embargo, aún falta mucho recorrido.


[1] “parece una cosa que bajó del cielo

A la tierra un milagro mostrar” (soneto que puede encontrarse en la “vita nuova”)

[2] Y en este aspecto es donde las comparo con Beatriz, estas mujeres guían a los tres hombres al paraíso terrenal, a un mundo de alegría, lejos de los males de la peste.


Leer primera parte

sábado, 16 de octubre de 2010

Los amantes

3

¡Me meo!, ¡me meo!, ¡me meo! –pensaba-.

Ella se pone en pie para ir al baño. El colectivo cómplice marca su freno inesperado, ella cae sobre su acompañante y excita su miembro con el tacto insinuador de sus muslos entre sus piernas.

Caliente se queda sentado, caliente se levanta, caliente entra a donde no fue invitado.

En el baño del ómnibus le quita la ropa y comienza a poseer su cuerpo de mujer.

En el baño del ómnibus se escuchan gemidos.

Sin palabras gozan de placer, pierden el pudor.

Los pasajeros de quejan del ruido. El colectivero echa a la impúdica pareja del ómnibus. En medio del campo quedan excitados.

Leer segunda parte

Leer cuarta parte

miércoles, 13 de octubre de 2010

¿Dime quien eres mujer de mundos posibles?

Primera Parte:


Mujeres Ficticias: literatura Francesa e Italiana

El papel de la mujer (real) en el seno social ha tenido (casi) siempre una subestima bastante preponderante[1]. En muchas circunstancias se vio obligada a entablar una larga lucha por igualar su valor y derechos al de los hombres.
El ámbito literario no fue la excepción. Muchas veces condenada a la ignorancia, la mujer (real) sólo era tenida en cuenta para desempeñar papeles domésticos como criar a los hijos en la casa. En muchos casos no aprendía a leer ni a escribir, y si lo hacia, rara vez encontraba un libro en sus manos para poder deleitarse con él. Esta situación se veía más enfatizada en los sectores medios y bajo, ya que la alta burguesía gozaba de muchos privilegios, entre ellos: la mujer tenía acceso a libros de literatura, novelas de moda etc.[2]
Si centramos nuestra mirada en el amplio universo de los “mundos posibles” podríamos decir que “lo literario”, muchas veces representado con la imagen del “hombre” tanto escritor (real) como portador de voz y protagonista (personaje) es aún la imagen que perdura de manera más imponente.[3]
Sin embargo de alguna u otro forma lo femenino, siempre ha estado presente.
Para dar cuenta de esto, no sería vano rastrear la figura de la mujer dentro de grande páginas canónicas (obras célebres y de gran trascendencia) que dejaron su impronta en el sistema literario.
Comencemos con la literatura Francesa del siglo XII en adelante.
Allí podríamos verla o percibirla relegada a una simple musa inspiradora. Pensemos en los poemas de amor cortés (o lírica provenzal) surgidos al sur de Francia en el siglo XII donde ese amor imposible hacia la mujer del patrón, incitaba a los trovadores a cantar sus penas, su “dulce mal de amor”, sin embargo, esto no denigraba a la mujer como tal, sino todo lo contrario: la confirió con gran dignidad, honra y respeto. Ese amor en la lejanía era la excusa adecuada para poner en palabras literaria (con sus metáforas, comparaciones) aquel sentimiento tan oprimente.
En otras oportunidades sólo ocupaba el espacio literario como una simple presencia, no se le otorgaba gran importancia, ni era capaz de realizar grandes acciones; un ejemplo claro es la dama que espera a que el gran caballero regrese de su batalla (en este caso pensemos en Alda, que espera el regreso de su prometido Rolando. Este ha perdido la vida en la batalla de Rocenvalles, al enterarse esta de lo acaecido, muere. Su única función es la de esperar.)[4] y no olvidemos el clásico “Gargantúa y Pantagruel” de Rabelais[5] donde la mujer sólo sirve en tanto madre que da a luz a los protagonistas y después de cumplida su misión, lo que acontece con ellas es de poca importancia:

“… llegaron al castillo de grandgousier, quien anhelante los esperaba. Cuando se reunieron se abrazaron con tanto entusiasmo y tanto gozo como nunca se ha visto, porque el supplementum supplementi chronicorum dice que Garganella murió de alegría; yo, por mi parte, nada sé, y tanto me importa de ella como de otra cualquiera.”

“Gargantúa y Pantagruel I” cap. XXXVII

Voltaire, cambia un poco esta imagen de la mujer. En su –quizá- más conocido libro “Cándido”[1], le da pequeños espacio a los personajes femeninos (como la “vieja”) para que se expresen y den cuenta de sus experiencias y pensamiento, sin embargo ese espacio es mínimo, pero no insignificante.

Hay que destacar algo que (para mi) tiene relevancia, y es que el amor que siente por Conegunda lo llevará a cometer el error que lo expulsara del “mejor de los mundos posibles”[2], situación que si bien resulta trágica y negativa para nuestro protagonista, culminará siento lo “mejor que puedo pasarle” ya que lo insita forzadamente al viaje hacia el conocimiento y la experiencia, concluyendo como decía Panglóss: “que todo sucede para el mejor de los fines”


[1] Literatura Francesa, siglo XVIII

[2] Esta escena me remite a la Biblia, donde el probar el fruto prohibido, obliga al hombre a salir del paraíso.



[1]Las remotas sociedades tribales fueron matriarcales pues al ser privativa de la fémina la perpetuación de la especie, dicha primacía se extendió a las decisiones sobre las demás cuestiones sociales.

Con el aumento de las luchas tribales por el poder, valores netamente masculinos fueron suplantando lo matriarcal, conformándose sucesivamente sociedades patriarcales y se le negó cada vez más a la mujer la participación en las grandes y pequeñas decisiones sobre las demás cuestiones sociales Crolla, Adriana; LA MUJER EN LA EDAD MEDIA ITALIANA. DANTE. PETRARCA. BOCCACCIO. 1984

[2] Hay que tener en cuenta que la difusión del libro en si era minima, ya que eran muy caros.

[3] A veces, pareciese que “sólo los hombres escriben”.

[4] “La chanson de Roland” Literatura Francesa siglo XI.

[5] Literatura Francesa siglo XVI.

[6] Literatura Francesa, siglo XVIII

[7] Esta escena me remite a la Biblia, donde el probar el fruto prohibido, obliga al hombre a salir del paraíso.